¿Cómo nos relacionamos con la comida?
Comemos por hambre, por hábito o por emoción. En un mundo acelerado, hemos perdido la conexión con nuestra alimentación. El mindful eating nos invita a recuperar la conciencia y el disfrute en cada bocado.
Prestar atención de manera deliberada y sin juicio, estar presentes en lo que estamos haciendo mientras lo hacemos (mindfulness). A menudo vamos en automático, estamos sobrecargadas de información y nos hemos habituado al hacer, al tener, al conseguir cosas. Hemos perdido la capacidad de disfrutar, especialmente en relación con la comida. Esto, además, nos resta libertad: la libertad de hacer elecciones saludables, de elegir lo que es mejor para nuestro corazón, cuerpo y mente. Todo lo que experimentamos queda grabado en nuestra memoria, por eso es tan importante vivenciar las cosas, cuestionarlas y experimentarlas.
En nuestra sociedad estamos sobre estimuladas por la cantidad de dietas que existen, y obsesionadas con la idea de que debemos seguirlas. La diferencia entre una dieta y el "mindful eating" es que las dietas imponen cambios desde el exterior: "esto puedes comerlo, esto no puedes..." En cambio, ¿qué nos propone el "mindful eating"? Propone un cambio desde el interior, y todas tenemos esa capacidad, pues es una capacidad universal. Utilizar la atención, estar presentes y observar nuestro mundo interior: emociones, sensaciones y pensamientos, así como nuestro entorno. Es tan sencillo como sentarnos a comer utilizando todos nuestros sentidos, lo cual hace que la experiencia sea única para cada uno de nosotros, y somos nosotros los expertos.

Cuando nos sentamos a comer, es importante observarnos y hacernos preguntas como: ¿De qué tengo hambre? ¿Realmente me apetece lo que estoy comiendo? ¿Estoy saboreando lo que estoy comiendo? Una relación sana con la comida sería la de una persona que es feliz incluso cuando no está comiendo. La comida no debe convertirse en nuestra única fuente de placer o disfrute. Es aquella persona que come cuando tiene hambre y, cuando siente la sensación de saciedad, deja de comer, aunque eso signifique dejar comida en el plato.
Lamentablemente, desde pequeños nos han enseñado todo lo contrario.
Hay personas que disfrutan comiendo diferentes variedades de alimentos sin preocuparse por el peso, los nutrientes o las calorías. Sin embargo, en esta sociedad, y con todos los condicionamientos que hemos recibido desde la infancia, hemos perdido ese vínculo sano con la comida. Hemos perdido la intuición que teníamos cuando éramos niñas. Un niño pequeño sabe cuando tiene hambre: llora, se sacia y ya no come más. A medida que crecemos, lo que antes utilizábamos para sobrevivir, la comida, se ha transformado en algo que usamos para distraernos, acompañarnos, evitar sensaciones desagradables, castigarnos, sentirnos queridas o premiarnos. Los condicionamientos desde la infancia son muchos. Nos han dicho: "Eres una niña buena si te comes todo lo que hay en el plato" o "Eres mala si no te lo comes" y, si no lo has terminado, "te quito el helado y no hay premio". Terrible. Todo eso está en nosotras, esos condicionamientos hacen que perdamos la libertad a la hora de comer. Con el "mindful eating" aprendemos a recuperar esa capacidad de parar, reconocer esos patrones conductuales y reactivos, y modificarlos desde la libertad y la toma de conciencia. Una vez que tomamos conciencia, podemos cambiar esos comportamientos, y la única que puede hacerlo somos nosotras mismas.
Somos los dueñas de nuestras decisiones: de lo que comemos, cómo lo comemos, cuándo lo comemos, y para qué lo comemos. El cuerpo es sabio, millones de células actúan cada día, día y noche, a lo largo de toda la vida. Lo mínimo que podemos hacer es honrar y respetar nuestro cuerpo.
La relación que establezcamos a partir de ahora dependerá del compromiso que adquieras de estar presente más a menudo. Es tan sencillo como eso, ¿y qué requiere? Práctica. Si estamos presentes y más atentas, la información que recibimos de nuestro cuerpo y de nuestros sentidos es inmensa, y eso es lo que nos hará decidir lo que es mejor para nuestro cuerpo, saliendo del automático.
¿Qué pasa con nuestro cerebro? ¿Está pensando o está consciente? Cuando nos sentamos a comer, el primer bocado suele ser delicioso, pero con el segundo dejamos de estar conscientes y nos distraemos. Encendemos la TV o el móvil, y nuestra atención se dispersa. Nos llenamos de comida... y eso luego nos lleva a sentirnos mal, demasiado llenos o culpables. Y, como nos sentimos culpables, comemos más. Así entramos en un círculo vicioso. Lo primero es preguntarnos: ¿De qué tengo hambre?
Porque no siempre lo que sentimos como hambre es, en realidad, hambre de comida.
El "mindfulness" no solo es sentarse a meditar. La maravilla de este enfoque es traer esa atención plena y esa consciencia a todos los momentos del día a día. Todos queremos lo mismo: estar libres de sufrimiento y ser felices. Sin embargo, hemos perdido ese disfrute con la comida, creando hábitos poco saludables y un vínculo con ella basado en el castigo y la recompensa.
Si cada vez que me siento triste me consuelo con un helado, seguiré repitiendo ese patrón, y el malestar emocional nunca podrá ser sanado con la comida. Es imposible.
Podemos hablar de siete tipos de hambre y de cómo aprender a darle lo que necesita a cada tipo de hambre...
¡En el próximo artículo les contaré más sobre eso…!
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Comentarios del artículo
Raquel
Súper interesante el artículo, muy bien detallado. ¡¡Esperando el siguiente para conocer más sobre el tema!!
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