La importancia del "nombrar"

La búsqueda de nuestra historia y el poder nombrar lo "no nombrado" se ha vuelto esencial para toda una generación. Hemos heredado patrones en los que los problemas se ocultaban, convirtiéndose en secretos o directamente ignorándolos. Esto nos ha generado, en el mejor de los casos, dolores heredados, y horas y dinero invertido en terapia. Poner palabras rompe estos patrones y, lo más importante, valida, alivia y aligera nuestra existencia.

Meri Cuesta Monge

Psicóloga, Forense, Gestaltista, Experta en RRHH, Feminismo y diversidad...

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Como seres humanos, lo que nos diferencia del resto de especies, entre otras cosas, es el lenguaje - que no es lo mismo que la capacidad de comunicarse - y a lo largo de la historia hemos ido enriqueciendo, afinando y transformando el lenguaje que utilizamos y que a su vez modula, inevitablemente, nuestra manera de construir y entender el mundo, nuestras creencias, nuestro imaginario, nuestro discurso - tanto interno como externo - y, por tanto, nuestra propia historia.
Cómo nos contamos quienes somos, de dónde venimos, lo que nos va sucediendo en la vida, y cómo se lo contamos al resto; qué cosas decidimos censurarnos, y qué cosas aceptamos y legitimamos poner en pensamientos o palabras. De esas que decidimos que sí son aceptables, ¿cuáles somos capaces de compartir con otras personas y cuáles nos quedamos para nosotras mismas?. Todo esto es lenguaje y habla de nuestra historia, habla de lo que nos mueve, del carácter, de los mecanismos que utilizamos, nuestros dolores…un sin fin de cosas que en terapia son muy interesantes de trabajar y recorrer, en la medida en que vamos estando preparadas para abrazarlo.

Últimamente le doy muchas vueltas a la importancia de nombrar las cosas como una manera de hacerlas realidad, que tomen forma y espacio, y poder hacer algo con ellas si es que es lo que necesito. Veo como a nivel generacional (millennials principalmente) estamos todas en mayor o menor medida en algo parecido en torno a esto, intentando dar luz a lo que se nos presentó naturalmente como una oscuridad. Intentando poner palabras, voz y cuerpo a lo “no nombrado” (y al mismo tiempo intentando mantener el tipo de lo que esto genera) para descubrir que, efectivamente, nuestros instintos debían ser seguidos y no estábamos locas. Intentando generar nuevas narrativas de nuestra propia historia, precisamente por el hecho de honrarla y continuar la vida sin arrastrar viejos patrones ancestrales, y - al menos - tener la sensación (honestamente pienso que es más que una sensación) de adueñarnos de nuestras decisiones, actos y sentires. Y así poder responsabilizarnos de ello.

Desde el humanismo, entendemos que nunca se proyecta en vacío y que cuando la vida te va devolviendo un mensaje, una emoción o un pensamiento, es justo para una misma darle espacio y dejar que te atraviese para poder seguir avanzando. En este sentido nunca olvidaré una frase que una vez dijo una de mis maestras “toda energía tiene un destino, y no es hasta que lo alcanza que puedes pasar a lo siguiente”. También esto es lo que ha hecho que últimamente Irene Montero - con su reciente libro “Algo habremos hecho” -  y C. Tangana - con el documental nominado al Goya, “ La Guitarra flamenca de Yerau Cortés” -  tengan mucho en común para mí, que como decía llevo un tiempo viendo como la vida me devuelve este input de “nombrar lo no nombrado”. El concepto popular de “lo que no se comunica no existe”,  visto desde un punto de vista de la psique y la emoción, para mí, no tiene ningún sentido.

 Lo que nos pasa siempre existe - a nivel individual, en lo colectivo toma una dimensión muy distinta - aunque no seamos capaces de nombrarlo, por la razón que sea, y es precisamente en esto último dónde hay un trabajo interesante con la historia de vida, nuestras niñas y el carácter. El trabajo de terapia es poder llegar al plano dónde esto se encuentra, cuál es la razón de que no podamos ponerle voz y ver qué necesitan las pacientes hacer con ello, pero siempre (siempre) existe. La oscuridad existe gracias a la luz, y viceversa.

 

Y si no tenemos palabras para nombrar, las inventaremos. Si no sabemos cuál es la voz que tiene, cómo suena o cuál es el movimiento que tienen nuestros secretos, nos los imaginaremos. Si no estamos preparadas para escucharlos, lo más prudente será esperar.

Con lo que sí puedo concluir es que juntas es más fácil nombrar y recoger lo que traiga; con amigas, con familia, en pareja, en terapia…en comunidad.

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