Conciliando humanismo y tecnología: inteligencia artificial y nuevos retos
Vivimos en la era de las redes sociales, los dispositivos móviles, la inteligencia artificial. Un uso desmedido de estas tecnologías puede acarrear problemas, al tiempo que vivir ajenos a ello puede hacernos sentir aislados o con menos oportunidades. ¿Cómo enfocar este dilema?
Cuando nos encontrábamos inmersos en pleno debate sobre la problemática del uso de dispositivos móviles y los perjuicios para la salud del tiempo de exposición a pantallas al que nos sometemos (por no hablar del debate aún más delicado de este tema con menores), irrumpió en nuestra vida una nueva tecnología que parece haber llegado para crear un nuevo paradigma tecnológico. Un avance que muchos comparan con la democratización de la conexión a internet. Hablamos de la inteligencia artificial.
Puede que, todavía, a la mayoría de nosotros, nos suene un poco lejano el uso de la inteligencia artificial en nuestro día a día, pero lo cierto es que, cada vez más, se están desarrollando aplicaciones en diferentes ámbitos que usan la inteligencia artificial para mejorar procesos. La realidad es que la inteligencia artificial lleva ya unos años siendo utilizada en industrias más opacas como la militar, o en movilidad con el desarrollo de los coches autónomos (que en algunas ciudades del mundo ya llevan tiempo circulando). Tal y como hablábamos de la democratización de internet, cuando su acceso se puso a disposición de la población (aunque la red ya existiera previamente), podríamos hablar de la democratización de la inteligencia artificial hoy día, que nos permite consultar a una herramienta como Chat GPT casi una infinidad de temas (desde programar nuestro menú semanal hasta orientarnos en formas de educar a nuestros hijos). En pocos meses hemos visto cómo, desde esa herramienta conversacional, han ido apareciendo otras herramientas para crear imágenes (ya bien sean fotografías reales, artísticas o del estilo que le pidamos a la herramienta), crear clips de vídeo, canciones, ayudarnos con hojas de cálculo y un largo etcétera. Esta imagen que verás a continuación para ilustrar este artículo, por ejemplo, ha sido creada por Chat GPT con el siguiente “prompt” (la descripción que le damos a la herramienta para que cree la imagen): “Crea una imagen moderna para ilustrar los avances de la inteligencia artificial y el debate humano y ético que se abre con la extensión de su uso entre la población”.

Si bien es cierto que el debate sobre un uso ético de la tecnología y su exponencial avance ya existía, creo que la irrupción de la inteligencia artificial ha venido a acrecentar de manera igualmente exponencial la importancia de dicho debate. Veamos por qué:
- Privacidad de los datos
¿Cómo se gestionan los datos que compartimos con las inteligencias artificiales? No existe hoy día mucha transparencia en lo que, a priori, parecen inocentes conversaciones en las que solicitar ayuda con herramientas como las que comentábamos, pero detrás de todas esas conversaciones, hay un aprendizaje de la inteligencia artificial de nuestra vida y no está muy claro cómo puede ser utilizado después.
- Impacto medioambiental
Los servidores necesarios para poder mantener en línea generando información a todas las herramientas de inteligencia artificial, que son utilizadas en todo el mundo, de manera continua, por millones de personas, consumen una cantidad de energía que se suma a la de los servidores de grandes tecnológicas como Google, Amazon, Facebook, etc. Para que nos hagamos a una idea, el consumo anual de agua para refrigerar los servidores de Chat GPT es de 6.436 millones de litros.
- Dependencia tecnológica
El hecho de disponer de la ayuda de la inteligencia artificial en nuestro día a día, hace que podamos delegar cada vez más tareas que, hasta ahora, realizábamos nosotros. Algunas de ellas pueden no ser significativas, pero ¿qué pasa cuando dejamos de realizar el esfuerzo intelectual necesario para escribir un texto (un correo electrónico, un documento para el trabajo…) y empezamos a pedirle a Chat GPT que lo redacte por nosotros? ¿Corremos el riesgo de volvernos dependientes o, incluso, de idiotizarnos?
- Los sesgos
En nuestra cultura existen sesgos, algunos más conscientes y otros menos, de todo tipo: raciales, de género, de clase… La inteligencia artificial aprende de nuestra toma de decisiones y, si están influidos por dichos sesgos, la inteligencia artificial aprenderá que esa es la manera correcta de tomar decisiones.
Son solo algunos ejemplos, pero es este último punto sobre los sesgos el que creo puede generar mayor controversia y necesidad de revisión por parte de nosotros como seres humanos y sociedad. Desde mi punto de vista, podría ser, incluso, una oportunidad para que traigamos a lo consciente, todos aquellos sesgos que esta tecnología nos pueda ayudar a identificar y a los que no les estamos prestando la debida atención. Por supuesto, exigirá también de una serie de consensos como sociedad, tarea difícil en tiempos en los que viejos fantasmas recorren las tribunas políticas.
¿Qué hacer entre el miedo a las consecuencias, la sumisión ante el imparable avance tecnológico y la curiosidad por ver hasta dónde nos puede llevar esta tecnología como especie y qué avances nos puede ofrecer? Por mi parte, hay un punto en el que creo que la tecnología, como concepto transversal, se trata de crear herramientas que nos faciliten la vida y esto se viene dando desde que se ató una piedra a un palo para crear una lanza y facilitar la caza, o desde que se pulió una piedra para crear una rueda. ¿En qué punto debemos de poner el límite? O, ¿cómo queremos ponerlo? Estoy convencido de que a la inteligencia artificial se le puede dar un uso que nos ayude a prevenir desastres naturales, que nos ayude a generar una mayor justicia social o que nos libere de tareas de manera que nuestro tiempo pueda ser dedicado a labores más creativas o más relacionadas con lo que nos pone más en contacto con nuestra esencia como seres humanos: las emociones, la interacción con otras personas, la expresión cultural... Pero creo que para ello, ha de existir esa voluntad y, como en muchas cosas, para ello dependemos de los que tienen el poder, ya sea político o económico (si es que existe alguna diferencia) para hacerlo.
Quizá no podamos definir hoy una solución a todo esto, quizá no sea una “solución” lo que hace falta. Quizá, la respuesta, la debamos buscar, como siempre, dentro de cada una de nosotres, revisando cómo nos afecta todo esto, dónde nos toca y cómo queremos relacionarnos con todo ello.
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